Deixamos un texto de Alicia Alonso para traballar no vindeiro encontro de Baladre que se vai celebrar en Murcia do 8 ao 11 de outubro.
Rocío tiene 38 años, es viuda con tres hijos. Víctima de desplazamiento forzado, tuvo que dejar sus pertenencias y su vida en Caquetá (Colombia) para trasladarse a la ciudad de Neiva. Después de estar varios meses sin conseguir trabajo, decidió aceptar lo único que le ofrecieron: llevar droga hacia otro departamento del país. Transportar exiguas cantidades se convirtió en una fuente de ingresos estable que le permitió pagar el alquiler y alimentar a su familia hasta el día en que fue detenida con 1.500 gramos de base de cocaína en su cuerpo. Tras su procesamiento por el delito de tráfico de drogas, la condenaron a 14 años de cárcel. Con la esperanza de poder estar cerca de sus hijos, Rocío solicitó prisión domiciliaria, pero no solo se le negó esta posibilidad, sino que –por un aparente error administrativo– fue trasladada a la cárcel de mujeres del Buen Pastor, en Bogotá, muy lejos de su familia. Hoy, su madre, que está enferma, cuida de sus dos hijas menores, su hijo mayor cumple el servicio militar (obligatorio para los pobres) y ella continúa en prisión esperando ser trasladada a un centro de reclusión más cercano al lugar donde vive su familia....
La llamada guerra contra las drogas ha sido un auténtico desastre con respecto a las mujeres y no solo en términos generales. No ha conseguido acabar con la demanda, ni con las mafias, ni con la violencia, sino que las ha incrementado y en cambio ha conseguido una masiva implicación de las mujeres en las redes de tráfico (siempre en los últimos eslavones de la cadena, por supuesto), donde ellas han encontrado un sistema relativamente fácil y a su alcance para la subsistencia o enriquecimiento que pueden complementar con los roles de género atribuidos del cuidado de los hijos e hijas y del hogar, pero que también ha servido para la paulatina inmersión de un buen número de ellas en ambientes de consumo de drogas, que propiciaban un alto índice de adicciones en las capas de extracción social más precarias.
En Chile más del 11% de las mujeres presas son extranjeras. En otros países, como el
estado español, 1 de cada 3 mujeres presas es extranjera (33%), pero lo que es semejante es que casi la totalidad de mujeres extranjeras encarceladas (90%) lo está por el delito de tráfico de drogas. Aquí en Chile tenemos que mas de la mitad de las mujeres presas lo está por delitos relacionados con las drogas (un 60%), la media en América Latina es de 70%, en el estado español es igualmente del 60%, lo cual implica condenas elevadas y por otro lado la dificultad de acceso a los beneficios penitenciarios. Esta sobre-representación de mujeres empobrecidas y extranjeras son un ejemplo claro de la desproporción punitiva donde entra en juego la construcción del delito, la construcción del delincuente y el carácter selectivo de las instancias de control penal. De las mujeres que viajan con droga a nuestro país lo hacen por una necesidad económica de sostener a la familia, siendo ellas las “jefas del hogar” o “cabezas de familia”. Asi se evidencian las grandes contradicciones de las medidas penales y penitenciarias contra el tráfico de drogas, que no han conseguido reducir su demanda mientras suponen un alto coste de encarcelamiento con las consecuencias sociales que esto supone y que conocemos. “Las mujeres empobrecidas sirven de chivos expiatorios para cumplir con las cuotas de encarcelamiento acordadas según los compromisos que tienen los países frente a la lucha contra las drogas".
Preguntas para el debate:
1. ¿Qué consecuencias crees que tiene en la familia y en la sociedad el encarcelamiento de Rocio?
2. ¿Qué opinas de las expresión final: “Las mujeres empobrecidas sirven de chivos expiatorios para cumplir con las cuotas de encarcelamiento acordadas según los compromisos que tienen los países frente a la lucha contra las drogas"?
3. ¿Qué alternativas se te ocurren serían adecuadas para acabar con esta situación?