Achegamos unha historia, desas pequenas que pasan preto de nós, pero que ilustra con moita claridade a miseria que nos deixa o capital:
"En las colas un hombre de mediana edad, sin mala pinta, un padre de familia, con su carrito verde pequeño con dos cartones de leche y varios paquetes de pasta, suplicando por favor una ayuda para pagar unos productos de primera necesidad, no más de cuatro euros seguro. Se me para el corazón ante una situación tan humillante, un hombre hecho y derecho pidiendo para llevar dos bolsitas de macarrones, tomate y leche a su casa. Le comento a los de mi alrededor que si ponemos 50 céntimos cada uno el hombre podrá pagar la cuenta y sus hijos al menos comerán unos días. Hacen como que no existo hasta que digo un me cago en Dios a viva voz y como puedo, intento explicar que esto nos puede pasar a cualquier de nosotros cualquier día. Más silencio. Tan solo una viejita (de las que habrá pasado hambre en la posguerra) y sin decir nada, colabora con un euro, yo pongo tres. El hombre, avergonzado, coge el dinero. Más silencio incómodo en las colas y en las cajas.