Partillamos unha entrada do blogue: vagosymaleantes.com que leva por título: "Los mitos a examen. Empezamos". Así presentan os seus editores, Carlos Delclos (@carlosdelclos), Albert Sales (@albertsc79), esta interesante proposta:
"En un momento en que las políticas públicas y, en especial, las que afectan a lxs invisibles de nuestras sociedades, se planifican y ejecutan sin más orientación “científica” que la que surge de los think tanks neoliberals, lanzamos una propuesta de divulgación científica. En el blog “Vagos, maleantes, putas e inmigrantes” desmontaremos los mitos que justifican la guerra contra “los pobres”."
Los mitos a examen. Empezamos
Nuestras comunidades se construyen en las conversaciones cotidianas. En todas esas conversaciones, existe un “nosotrxs” que se encuentra en un proceso permanente de constitución y un “ellxs” al que apartamos de la conversación y al que solamente hacemos referencia para repetir mitos aprendidos que reafirman nuestra visión del mundo. Es el “ellxs”, que parece olvidado o relegado a posiciones marginales, el que en realidad define la conversación, los términos en que hablamos y las conclusiones a las que podemos llegar.
Cuando accedemos a la información, a historias y relatos sobre nuestro entorno social, solemos separar entre la ficción y la no-ficción. Asumimos que la ficción sirve como entretenimiento para escapar de la realidad, mientras que la no-ficción nos informa de hechos para interpretarla objetivamente. Sin embargo, la lógica de los mercados y el imperativo de conseguir cada vez más audiencia, corroe la distinción entre ambas categorías, degradando la deliberación pública hasta convertirla en un espectáculo que nos seduce con sus intrigas y sus rumores, sus cotilleos y traiciones, sus héroes y sus villanos. Los informativos, las tertulias, la prensa rosa, las series, las películas, el deporte, la publicidad, los blogs y nuestros muros de Facebook: todo se convierten en una cadena de producción de mitología y folclore.
Aquí nos interesa, en particular, la forma en que se crea ese “ellxs” apartado de la conversación y como cambiaría esa conversación si “ellxs” estuvieran participando con voz propia o si, por lo menos, tuviéramos un conocimiento más profundo de la realidad social que los envuelve, en lugar de depender de los mitos y las leyendas urbanas que construyen el sentido común. A las personas que viven en los márgenes de la sociedad no siempre se las trata de villanos. A veces son tratadas como menores de edad, incapaces de tomar decisiones autónomas. En otras ocasiones son “tontas útiles”. Para la razón mercantil, todas tienen dos características en común: son perdedoras y son marginadas.
La reacción de los Estados al incremento de la marginalidad al que nos abocan las políticas neoliberales consiste en acentuar su carácter punitivo. El nuevo rol del Estado en relación a la exclusión se vehicula a través del sistema penal y de una profunda transformación de las políticas sociales. Recuperando los discursos liberales más clásicos, se condicionan las ayudas sociales a la sumisión a la lógica del trabajo precario, que mantiene a las personas en la pobreza pero que les proporciona un salario de subsistencia sustitutivo de las prestaciones sociales, mientras las mantiene ocupadas y temerosas de perder el trabajo.
Los miedos y las inseguridades vinculadas a la precariedad en la que nos toca vivir son asumidas como inevitables por las élites políticas y los debates se centran en otros miedos, más tangibles pero empíricamente nada fundamentadas, que avalan el populismo punitivo. La competición para demostrar mano dura en las temáticas de debate son el incivismo y la inseguridad y las propuestas que triunfan son el endurecimiento de penas y sanciones y la intensificación de la presencia policial en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
Una de las consecuencias es el acoso penal y policial a colectivos tan diversos como las personas sin hogar, las prostitutas de la calle, los pequeños traficantes de drogas o los vendedores ambulantes, clasificados juntos en el saco de los excluidos que no quieren seguir caminos de inserción. La finalidad de estas política es acabar con los usos del espacio público que no se ajustan a las actividades convencionales. Esta tendencia se explica en parte por la subordinación del espacio público a los intereses privados del comercio y de las empresas turísticas. Ordenanzas de civismo como la de Barcelona, que permiten que se multe a personas por dormir en la vía pública, no sólo atentan contra la libertad de las personas sin techo sino que subordinan el espacio público a la actividad económica privada.
Las políticas de mano dura y de “tolerancia cero” con la delincuencia se han materializado en un uso cada vez más intensivo de la reclusión penitenciaria como castigo. Siguiendo la estela del punitivismo anglosajón la mayoría de países europeos llevan dos décadas de crecimiento de la población penitenciaria, siendo el Estado español y el Reino Unido los que encabezan el lamentable ranking en Europa Occidental. Las personas que encontramos en estas prisiones cada vez más concurridas no se corresponden ni mucho menos a la imagen que tiene la opinión pública. Las cárceles españolas no están llenas de violentos asesinos o de delincuentes sexuales en serie. En 2012, el 63% cumplía condena por delitos contra el patrimonio o contra la salud pública (robos y tráfico de drogas). Por el contrario, los delitos que a menudo se utilizan en la demagogia punitiva son claramente minoritarios: sólo un 6,3% de las personas reclusas han sido condenadas por homicidio (incluyendo formas como la tentativa) y un 5,5% por delitos contra la liberado sexual.
El miedo a lo desconocido, sazonado con tres siglos de ética del trabajo y con algunas décadas de individualización de los problemas sociales, alimentan un sentido común lleno de verdades sobre “los pobres”. Se atribuye la pobreza a un fracaso individual y la incapacidad de las víctimas para administrar y gobernar sus propias vidas.Nada más lejos de la realidad pero nada más útil para sentirse en una categoría social distinta al del pobre de solemnidad víctima de sus propios vicios y errores. Nada más útil para diferenciar a las personas y los hogares caídas en desgracia pero “con ganas de trabajar” de los vagos indigentes, los pequeños delincuentes parásitos de la sociedad, las putas que ocupan la vía pública impúdicamente frente a las miradas escandalizadas de las familias de bien, y los inmigrantes listillos y aprovechados o los que, al contrario, son inadaptables porque son un caos.
El conocimiento estereotipado de las situaciones de marginalidad y de pobreza y la construcción artificial de una categoría social peligrosa y parasitaria justifican una auténtica “guerra contra los pobres”. Hoy, las ciencias sociales son capaces de romper estos estereotipos con contundencia. Los mitos sobre los que se sustentan las políticas neoliberales de gestión de la miseria no soportan su confrontación con la evidencia empírica. Desde aquí, nos proponemos desarticular estos mitos en un ejercicio de divulgación científica. Os invitamos a acompañarnos.
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Fonte: https://albertsales.wordpress.com/2014/12/16/vagos-maleantes-putas-e-inm...